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La búsqueda de diversión hará que Adriana y sus amigas se propasen con Lucio, en una finca retirada |
El juego de la silla es la
ópera prima, tiene otras obras menores, en la que Jorge Sierra demuestra
su talento para narrar historias cinematográficas de ficción.
Las primeras imágenes colocan al espectador frente al tema del filme: “Los insectos te roban el néctar”, te roban la vida, en medio de una cámara descriptiva bien cuidada del jardín armonioso de la casa rica de Adriana, y sin dar más rodeos, plantea el guionista la ruptura del romance de la protagonista, como punto de arranque. A ella, su novio le ha llevado un ramo de rosas rojas.
El director insiste en mostrar la rosa roja, siendo aprovechada por una abeja que con agilidad extrae el polen de la flor derramada. Así comenzamos a entrar en la propuesta sígnica de El juego de la silla, los padres que no desean el noviazgo de su única hija y en pleno Carnaval le organizan un viaje a su finca, junto a unas amigas. Allí es donde hábilmente y con un buen guión se conoce el conflicto que viven los diferentes personajes, cada uno con su propio dramatismo, con su personalidad y su deseo.
El afán e impulso de diversión a cualquier costo y sin medida alguna, solo con el ímpetu juvenil que busca experimentar nuevas sensaciones y emociones, va a explotar en un sinfín de sufrimientos, en medio de castraciones, de represiones y de odios contra el mundo masculino y de venganza del machismo, versus la terrible y desenfrenada agresión femenina que lleva a descubrir, en una historia bien narrada, un género no explotado en el cine nacional, el suspenso.
El juego de la silla, desde su inicio, construye una narración que utiliza la teoría de la causalidad sin descuidar ningún detalle.
El ritmo, un poco lento al inicio, no impide para nada atrapar a la audiencia y magníficamente el guionista introduce situaciones y personajes que llevan a cuestinarnos el sinsentido de una juventud y cultura que ha caído en el exceso del consumismo, de las apariencias, del morbo sexual y de la diversión, donde los ‘especiales’ -la hermana enferma interpretada por Vanessa Fornasari - son capaces de ver el alma de esta cultura sin valor.
Metafóricamente, el director va a criticar esta sociedad que vivimos a través de la colmena y la natural manera de ser de las abejas, y se explicita en la escena de la amiga que prepara su tesis de universidad, lejana a la realidad que viven los jóvenes, teorías y filosofías ideológicas que no aportan ni cuestionan a la juventud de El juego de la silla.
La expresividad simbólica en cada situación ha sido cuidada por el director. Son un ejemplo los muñecos, la manguera, la ‘shisha’ (pipa) árabe, la casa herméticamente cerrada de Lucio y su hermana, y varios detalles de la narración que consolidan la seriedad de la propuesta fílmica de Jorge Sierra, que está lejos de las improvisaciones o simples intuiciones fílmicas.
El final dramático se extiende un poco, con el riesgo de hacerse reiterativo; sin embargo, la resolución de la trama es creativa, sorprendente y bien resuelta.
La interpretación actoral de los jóvenes es sorprendente, por su naturalidad, su dominio de actuación frente a la cámara.
La dirección de actores ha dado, lo que siento le falta en otros filmes, continuidad de actuación.
En El juego de la silla todos mantienen su fuerza interpretativa.
No se puede dejar de mencionar la excelente interpretación de Nancy Cronen, que logra un personaje muy bien construido que hace avanzar la historia y provoca los cambios de giro y conduce la línea argumental de forma coherente en un nuevo cine hecho en Santa Cruz, que tenemos que valorar y apoyar.
La fotografía y composición de encuadres de medios y primeros planos penetran en el mundo interior de los personajes de manera creativa y con buena iluminación, si bien al ampliar la imagen en la pantalla se diluye en su fuerza expresiva.
En este tiempo en que vimos asombrados el asesinato de un joven y de su madre en su casa y por amigos de colegio para robar dinero; en este tiempo en que otro joven asume ser todo un exterminador y da fin a la vida de su madre y de niños en una escuela en Estados Unidos, el cineasta boliviano Jorge Sierra estrena su película gritando que los insectos, estos que no tienen ningún valor, terminarán con nosotros y, lo peor, el joven misterioso de la historia aparece lamentando no haber participado de El juego de la silla. Quiere hacerse parte del insectario de nuestra sociedad