18/2/10

El Ascensor: buen humor y grato guión en un espacio reducido




1. Empiezo con la admisión –y postrer ruptura forzada– de los prejuicios estudiantiles. Una semana antes de su estreno oficial en La Paz, les dije a mis alumnos que irían a ver El Ascensor como parte de las actividades de la materia, y salieron con que no querían ir a ver una película cruceña porque su humor era soso, que el adelanto hacía prever una peli aburrida, que parecía un mal remedo de una producción gringa y otras lindezas por el estilo. No pude convencerles.
2. Fui el viernes 30 a las carreras, luego de encontrarme con Lucio a la salida de su oficina en una repartición estatal –para los del interior y exterior: en La Paz se está trabajando en la administración pública en horario continuo a modo de paliar un poco el caos ocasionado por las obras que ejecuta la Alcaldía, que han convertido en más insufrible aún el tráfico vehicular. Llegamos justo para comprar la entrada e ingresar a la sala, mientras ya se proyectaban los adelantos de próximos estrenos.
3. Apenas comenzó la película y me empezó asimismo a cautivar. Muy buena la actuación de Pablo Fernández (Héctor) en las secuencias introductorias –un tanto excesivo el placing de Nescafé, pero se comprende. Luego, se suman a ella las de Jorge Lora (Carlos) y Alejandro Molina (Johnny), el par de maleantes que decide secuestrarle, quienes asimismo rayan en un muy buen nivel.
4. Desconozco si además del título y la situación de encierro, El Ascensor comparta algo más con su homónima cuyos datos pueden pillarse en la red. No me interesa tampoco. La cinta de Tomás Bascopé está muy bien narrada, pese a que muy bien podría caerse por tratar de la encerrona de tres personajes en un cubículo de 2 x 2 durante casi 90 minutos. El guión, trabajado con el tino necesario para mantener la atención del respetable, y las actuaciones de los tres pilares que soportan/sustentan toda la película hacen llevadera la proyección.
5. Quizás en algún momento escuchar la cháchara estilo Before Sunrise de Richard Linklater (1995; otro guión paradigmático centrado en las actuaciones) puede hacerse cansino, pero la diversidad temática e incluso las variantes algo iteradas en el cambio de sujeto tensionante –entiéndase como tal al que sujeta el arma dentro del habitáculo, lo cual le da cierto poder sobre los demás, aunque no de manera imprescindible ni total– alejan la modorra y hacen que uno se sienta atraído por ver cómo irá a acabar el embrollo. Atractivo aparte el caricaturesco guardia de seguridad del edificio, autodenominado Rambo, quien me recordó al “Termigaytor” –si la memoria no me está haciendo una de las suyas– de un cortometraje cruceño de años ha.
6. Decía que hubo una ruptura forzada. Pues al día siguiente desde casa mandé un correo a todos mis alumnos diciéndoles de manera contundente y escueta: «Fui a verla ayer y es una buena película, así que...
ESTÁN VOLUNTARIAMENTE OBLIGADOS A VER "EL ASCENSOR"».
7. Y el detallito del llavero, muy simpático y útil también. Compensó la penosa escasa asistencia; supongo que la mayoría de los cinéfilos estaban trabajando ó haciendo Tantawawas, jejeje. Hay que estar atentos a lo siguiente que hagan Bascopé y sus actores, uno de ellos convertido ahora en fetiche de una amiga, jajaja…


Franchesco Díaz Mariscal - Uni. Bergen '05